Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.

Casa de la Estrella. Donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830.
Casa de la Estrella, ubicada entre Av Soublette y Calle Colombia, antiguo Camino Real donde nació la República libre y soberana de Venezuela en 1830, con el General José Antonio Páez como Presidente. Valencia: "ciudad ingrata que olvida lo bueno" para el Arzobispo Luis Eduardo Henríquez. Maldita, según la leyenda, por el Obispo mártir Salvador Montes de Oca y muchos sacerdotes asesinados por la espalda o por la chismografía cobarde, que es muy frecuente y característica en su sociedad.Para Boris Izaguirre "ciudad de nostalgia pueblerina". Jesús Soto la consideró una ciudad propicia a seguir "las modas del momento" y para Monseñor Gregorio Adam: "Si a Caracas le debemos la Independencia, a Valencia le debemos la República en 1830".A partir de los años 1950 es la "Ciudad Industrial de Venezuela", realidad que la convierte en un batiburrillo de razas y miserias de todos los países que ven en ella El Dorado tan buscado, imprimiéndole una sensación de "ciudad de paso para hacer dinero e irse", dejándola sin verdadero arraigo e identidad, salvo la que conserva la más rancia y famosa "valencianidad", que en los valencianos de antes, que yo conocí, era un encanto acogedor propio de atentos amigos...don del que carecen los recién llegados que quieren poseerlo y logran sólo una mala caricatura de la original. Para mi es la capital energética de Venezuela.

domingo, 4 de septiembre de 2011

04 septiembre 2011

Geometría Sensible en el Gabinete del Dibujo

Wladimir Zabaleta

Cuando lo racional se abandona al espíritu, pierde su estructura lógica y se transforma en expresión sensorial. La pintura puede y, de hecho, lo hace eficientemente, recrea ideas a partir de imágenes, como lo expone Michelle Foucault en su análisis de "Las Meninas" de Diego Velásquez.

Con apuntes y observaciones, en cuanto a la puesta en escena de los personajes, representados en dicha obra y el escenario que lo contiene, Foucault deja claro que el planteamiento conceptual de esta obra pertenece a lo racional, basado en el campo de lo geométrico, al igual que la resolución plástica es abordada en el plano de lo sensible guiado por el libre espíritu del autor.

Allí se encuentra un antecedente de Geometría Sensible como concepto plástico que se desarrollará, como propuesta, en el siglo XX, lo que explica que hay formas no dogmáticas en lo moderno, sin abandonar el campo de las proposiciones.

Lo moderno impone la proposición como su centro constitutivo. De allí deviene la idea formal de Pier Mondrian cuando plantea la reducción del lenguaje pictórico a los componentes básicos del color, la línea y la forma: amarillo, azul, rojo, blanco y negro; vertical y horizontal en la línea, y el cuadrado en la forma para, finalmente, proponer, en lo espiritual, que su verdadero tema es la representación de un Dios producto de un lenguaje plástico y no de un concepto místico como la historia y la sociología nos tienen acostumbrados.

En ese plano Mondrian asocia su arte con lo espiritual y lo eterno, despojándolo de la condición de arte puro que impone la modernidad.

Los signos primigenios y el que mejor los representa, como conjugación de todos los opuestos complementarios es la cruz. Silvia Degwitz nos muestra nuevas fuentes conceptuales cercanas al arte a la manera de Mondrian. En su propuesta plástica, la resolución geométrica nos conduce hacia una cosmografía que se explica a sí misma, en las repeticiones, en la destrucción del formato original para aproximarse e instalarlo en el puesto del orden.

La medida y el orden que generan las tensiones producen un equilibrio activo, en el que el tránsito es el único lugar al que puede no aspirar un creador. La paradoja es que no hay punto de llegada. Lo eterno se funde con lo transitorio.

La gramática ordena y reduce el cosmos. El arte es una propuesta que rompe ese esquema en particular, creando una visión donde el alma tiñe, de manera imperceptible pero contundente lo racional para conducirnos al universo de lo espiritual. Y, en este caso, dota de un estado sensible a esta puesta en escena donde lo geométrico termina siendo una apariencia. La obra de Silvia Degwitz, al igual que en la propuesta de la Geometría Sensible, desarrollada por Alejandro Otero, Torres García, Jesús Soto y Manuel Mérida, aporta a lo contemporáneo una manera no dogmática de comprender que, lo programático y lo racional, crean un contexto geométrico más amplio que lo moderno.

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