Guillermo Mujica S. || De Azules y de Brumas
Miguel E. Vázquez Romero... Así era nuestra Valencia (I)
Peldaños más arriba había otras inquietudes, inquietudes y preocupación por los nuevos valores literarios que comenzaban a destacar, a pesar de las críticas sufridas siempre por quienes se lanzan a romper los viejos moldes. La poesía llamada vanguardista descorría tímidamente su cortinaje. Otto D?Sola y Vicente Gerbasi, aún estudiantes, eran representativos de esa juventud valenciana. El primero había publicado "Río Mañonguero" un poema con lindas y audaces metáforas y otro cuyo nombre no recuerdo pero sí su contenido: "Hombre color de tierra, que vas con tu pájaro triste, debajo del brazo, por el callejón negro de los morreños". Se refería Otto a un hombre de pueblo, trigueño, que iba de noche por aquel callejón que había en El Morro que unía a San Blas con los telares Branger, donde ahora está la avenida del cuerpo de bomberos. El pájaro triste era una guitarra que llevaba el tipo. Muchos le tomaron el pelo a Otto y le decían que no podía ir a El Morro porque lo estaba esperando el hombre del pájaro triste.
Pero todavía las muchachas de esos tiempos seguían prefiriendo la temática romántico-llorona del colombiano José Asunción Silva con su famoso "Nocturno", del mejicano Juan de Dios Peza y de nuestro gran Andrés Mata. Estos últimos, unidos en su poesía por la misma íntima tragedia sentimental. Sin embargo, algunas más audaces se atrevían con Carlos Borges: "Acúsome, padre, de un mal pensamiento, que en las Ursulinas, me inspiró Satán", y recitaban "La Confesión" entre codazos picarescos; pero todas, muchachas cultas, estaban atentas a las nuevas escuelas. Apareció "Cantas" de Arvelo Torrealba y la novela "La Balandra Isabel llegó esta tarde" de Guillermo Meneses.
Entre los mozos se formaban pequeñas peñas literarias en la cervecería "El Aguila" y se comenzaba a leer a Pablo Neruda. Entre tanto, en Las Cocuicitas, ya desaparecía oxidado por el tiempo el último eslabón de la romántica bohemia valenciana: Manuel Alcázar, el de "Qué tiene la niña que el alma me roba" y "Casita mía donde yo vivo y trabajo..."
Por esos tiempos dio un recital poético en el Teatro Municipal, Berta Singerman, la famosa declamadora argentina, y algún tiempo después Eusebia Cosme, mulata cubana, también famosa intérprete de la poesía negroide, que estrenó en Valencia "Píntame Angelitos Negros", que especialmente le había dedicado Andrés Eloy Blanco. Esta poesía negroide se actualizaba y ya se recitaba a Palés Matos y a Nicolás Guillén, entre otros.
Como prensa circulaban entre diarios y semanarios "El Cronista", que de su padre había heredado Ella Galíndez, encantadora mujer que en sus tiempos había sido "Miss Carabobo"; El Globo, de Rafael Saturno Guerra en colaboración con Carmelo Colmenares; "El Volante", de Esteban González; "Oriente", de Octavio Carvallo Arvelo; "La Prensa", de Gustavo y Luis Augusto Arcay; "El Mundial", de Santiago Mariño, y "El Indice", donde curamos nuestro juvenil sarampión literario Miguel Manzo, García Monsant, Medina Ron, Luis Evaristo Ramírez, otros más y yo, que me atrevía de vez en cuando. Continuará...
De su libro "Mis recuerdos del terruño"
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